lunes, 4 de octubre de 2010

martes, 3 de agosto de 2010

Con los pies, y las manos, en la tierra.

Un jardín grande requiere una gran dedicación.
Poco a poco, piedra a piedra y grano a grano de arena la visión que tuve de un oasis particular se va haciendo realidad, no sin una cuota de esfuerzo. Pero es hermoso como con nuestras propias manos se puede crear un espacio lleno de vida.



En la etapa final de la construcción de la pequeña muralla que separa el cemento del área verde del jardín. Representa la forma ondeada de la orilla del mar, intentando reducir las líneas rectas del diseño anterior al mínimo posible. Hay mucho suelo para remover y distribuir. Hacia un sitio marcha la tierra negra, hacio otro la arcilla,que será utilizada más tarde para unir las piedras, y para cimiento natural de la mini-muralla se destinan todas las pequeñas piedras y escombros. Son varios días de trabajo, pero sin más compromiso horario que el dictado por mis ganas de hacerlo, disfrutando del sol, del canto de la aves, de cada nuevo descubrimiento, y de ir viendo los avances de una obra que es para mí.



Los cimientos del extremo sureste de la mini-muralla. Esa antigua línea recta se transformará en una suave y bella curva, bordeada de hortensias.



Redistribuyendo el suelo del que hasta unos minutos antes se alimentaba un joven duraznero , que ahora está hechando nuevas raíces en la zona central entre un joven cerezo y otro duraznero, algo más joven que él. Por aquí debe pasar un nuevo camino, en curva cerrada y ascendente, dándole forma a la parte sur del contorno.



Vida sana = mente sana = cuerpo sano. Una fórmula que nunca falla. No hace falta ir al gimnasio para tonificar un poco los caídos músculos y lograr que la curva del abdomen se parezca más a una recta, a la inversa de lo que hago con las líneas del jardín.



Las pequeñas hortensias que nunca llegarán al esplendor que tendrían en mis tierras natales, pero igual sirven, junto a las palmeras Butiá capitata ( que tampoco alcanzarán ni remotamente la altura de sus parientes sudamericanas) para recrear un paisaje que me es familiar y querido.



Moviendo una especie de hortensia que no conocía, para una ubicación donde resaltan magníficamente sus flores blancas ante un telón de fondo verde oscuro de coníferas.



El rincón menos frecuentado, detrás del garage, por donde casi nadie pasa casi nunca, a partir de ahora será el retiro secreto de esta reina blanca.



Vista desde el centro hacia el suroeste. Al fondo la casa, y mucho más allá, a unos 15.000 km. están las otras: la que me vió nacer y crecer, la de los mejores veranos de mi vida, las de mis parientes y las de mis amigos. Seguirán estando? las volveré a contemplar en vivo? Ojalá que sí.



Vista desde el garage. A la izquierda la mesa de mis comidas más felices en este hemisferio, y a la derecha la mayor de mis Butiá capitatas- monumento viviente a mi pasado.



El horizonte noreste. A un par de km en esa dirección se encuentra el centro de la ciudad, pero mucho antes, a un par de centenares de metros hay un lago precedido de campos y bosques conservados en estado silvestre.



Vista desde el centro del sector suroeste del jardín, que es la entrada desde la casa. Una parte que todavía no está terminada. Espero que muy pronto esas piedras que se ven pasen a formar la muralla definitiva y en su lugar haya un pequeño estanque.



Vista del epicentro del jardín. Las casitas-comederos para aves, intentan recordar los ranchos de una playa que es muy significativa para mí.



Este es Clark. Un camachuelo que enviudó en plena primavera, cuando su pareja tuvo problemas para desovar. En sus días finales ella no podía casi volar y él permaneció siempre cerca. Lamentablemente no pude capturarla para intentar hacerle "abortar" ese huevo que no quizo salir, causando su muerte en pocos días. Pero al menos tuvo durante su enfermedad comida y agua fresca ,y ahora sus restos descansan en paz en este mismo lugar, a donde Clark sigue acudiendo por su dosis diaria de semillas de girasol, tan nutritivas en esta época de muda del plumaje y su consecuente estress. Pronto emprenderá un corto viaje al sur, donde los inviernos son más suaves. Ojalá no le pase nada y vuelva la próxima primavera con una nueva compañera a multiplicarse por 4 y dar más color y alegría al jardín que lo estará esperando.



Clark en el rancho-restaurante, rodeado de una red contra urracas y ardillas.

miércoles, 28 de julio de 2010